La inteligencia artificial (IA) será el próximo gran avance tecnológico que tendrá un impacto dramático en la sociedad moderna. Desde transformar la forma en que trabajamos hasta aumentar la eficiencia en sistemas obsoletos, los cambios prometidos por la IA tienen el potencial de ser completamente transformadores. Si bien esto brinda una enorme variedad de oportunidades, también hay enormes desafíos que superar si la humanidad quiere lograr un equilibrio efectivo entre progreso y riesgo.
La historia muestra que la sociedad y la ley no siempre manejan bien la innovación rápida. Tomemos como ejemplo tecnologías como la máquina de vapor y el telar automatizado, donde el progreso se encontró con diversos grados de resistencia y miedo antes de que se materializaran plenamente los beneficios. En el caso de la IA, aprovechar su potencial y al mismo tiempo protegerse contra el uso indebido significa que los legisladores deben adoptar un enfoque regulatorio mesurado y basado en el riesgo que abarque el cambio junto con salvaguardias efectivas.
Lecciones del pasado
El patrón de resistirse y luego abrazar la tecnología innovadora se ha repetido a lo largo de la historia. Entre los ejemplos históricos más famosos se encuentra la introducción del telar mecánico durante la Revolución Industrial, cuando los trabajadores se preocuparon cada vez más de que las máquinas reemplazaran los trabajos y la mano de obra humanos. En 1826, por ejemplo, durante tres días de disturbios en Lancashire se atacaron 21 fábricas y los militares mataron a tiros a seis manifestantes después de negarse a dispersarse.
Sin embargo, una vez integradas, estas y otras tecnologías permitieron un enorme progreso en los procesos de fabricación y contribuyeron a generar un enorme crecimiento económico. Hoy en día, muchas personas creen que la IA y el aprendizaje automático seguirán una trayectoria similar, a medida que las tecnologías eleven la eficiencia y la productividad a niveles nunca antes vistos en el lugar de trabajo moderno. En el otro extremo del debate, sin embargo, algunos argumentan que estos ‘robots inteligentes’, entre comillas, presentan un riesgo existencial para la humanidad, lo que genera preocupaciones sobre hacia dónde nos llevará el desarrollo de la IA en el largo plazo.
Sin embargo, retrocediendo por un momento, es importante reconocer la diferencia entre la verdadera IA, que busca imitar la inteligencia a nivel humano, y los algoritmos de aprendizaje automático actuales que destacan en tareas específicas. Tecnologías como los vehículos autónomos y los chatbots, por ejemplo, utilizan el aprendizaje automático, no la verdadera IA. A pesar de las exageraciones, es probable que la tecnología no alcance una inteligencia a nivel humano en el futuro cercano y, mientras tanto, el aprendizaje automático traerá rápidamente cambios transformadores.
Equilibrar riesgos y recompensas
Como cualquier tecnología poderosa, la IA conlleva riesgos además de beneficios. Por ejemplo, es probable que las aplicaciones que utilizan IA para crear educación personalizada para personas con discapacidades de aprendizaje, mejorar los diagnósticos médicos y aumentar la accesibilidad para las personas con discapacidad visual generen un progreso enorme y transformador. El problema es que también están surgiendo escenarios más preocupantes, como el uso de correos electrónicos de phishing, herramientas de piratería informática y falsificaciones profundas generados por IA. A medida que mejoren las capacidades, las amenazas planteadas por aquellos con intenciones maliciosas inevitablemente aumentarán. Sin embargo, la IA también se está utilizando para contrarrestar estos riesgos.
Como resultado, los temores de que la IA desate consecuencias no deseadas son comprensibles, pero deben equilibrarse con una mentalidad que permita el progreso. La implementación de una legislación redactada apresuradamente, por ejemplo, puede requerir modificaciones continuas, tiempo durante el cual la innovación en IA puede verse sofocada o perderse la ventaja competitiva.
Idealmente, los legisladores deberían proceder con cautela para determinar niveles aceptables de riesgo en lugar de prohibir áreas amplias de investigación, desarrollo o implementación en el mundo real. Los expertos en IA y los especialistas en ética también deberían sentarse a la mesa para informar sobre políticas y regulaciones matizadas. No es probable que sea un proceso fácil, especialmente teniendo en cuenta que las definiciones de privacidad digital, delito cibernético, responsabilidad y otras cuestiones pueden requerir un replanteamiento serio a la luz de los sistemas que pueden generar contenido y tomar decisiones de forma autónoma.
Perfeccionar la legislación para las tecnologías emergentes ha sido a menudo un camino difícil, y los intentos iniciales de aplicar leyes al mundo digital a menudo fracasaron, sobre todo debido al gran ritmo del cambio. Los nuevos desafíos planteados por las posibilidades casi ilimitadas y las capacidades autónomas de la IA pondrán a prueba aún más los marcos legales existentes, subrayando la necesidad de que expertos técnicos y éticos asesoren en el proceso de formulación de políticas para que las leyes futuras sean apropiadas para un futuro impulsado por la IA.
En última instancia, la IA tiene un inmenso potencial para mejorar nuestras vidas, pero también conlleva riesgos. A medida que la tecnología prolifera, las partes interesadas deben mantenerse basadas en los hechos y, si bien se necesita una regulación reflexiva centrada en prevenir daños, no podemos permitir que el miedo supere la esperanza o limite el progreso. Si aprendemos del pasado y procedemos de forma deliberada pero con la mente abierta, podemos garantizar que la IA se gobierne adecuadamente y se utilice para el bien. La integración generalizada de esta tecnología presenta nuevas fronteras para la ley, pero con conocimiento y planificación, podemos tener confianza en un futuro impulsado por la IA.